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domingo, 12 de julio de 2015

Relato encadenado

Capítulo uno: “La fiesta”
Carolina avanzaba por el sendero empedrado camino del recinto donde se celebraría la fiesta a la que su amiga Liuva la había invitado. No tenía muy claro que iban a celebrar, ni siquiera cayó en la cuenta de preguntárselo cuando la invitó, aceptó sin más ese convite, deseosa de disfrutar de un día especial que la sacara de la rutina diaria, ya se enteraría una vez allí del motivo de la
celebración. 
Sabía que allí se encontraría con muchos de sus vecinos. Liuva le había comentado que había invitado a: Mercedes, Cecilio, Candida, Ana y otros viejos amigos que compartían con ellas el gusto por la literatura y la diversión. 
El corazón le latía en el pecho con fuerza mientras avanzaba a la sombra de los árboles que custodiaban el sendero principal de la urbanización. Estaba nerviosa y no sabía muy bien porqué. 
El suave viento estival removía inquieto su precioso
vestido azul. Hacía tiempo que lo había comprado, pero hasta hoy estuvo colgado en el armario esperando una ocasión especial para estrenarlo.
En el siguiente recodo del camino ya vería la entrada de la villa de su amiga y aceleró el paso deseando llegar, mientras sentía que el viento despeinaba un poco los rubios cabellos que con tanto esmero había peinado ante el espejo.
Luisa Chico
(Y hasta aquí les puedo contar… ¿Quién se anima a seguir dando vida a este relato?)


En Villa Armonía, Cándida da los últimos toques a su atuendo. Los amigos a los que va a conocer, merecen que les brinde su mejor aspecto Tampoco ella sabe que es lo que se celebra en Villa Liuva, pero si de 
algo está segura, es que será una velada de lo más amena, al no saber bien el motivo de la fiesta, ha decidido presentarse con un mimo en flor. A todos los asistentes los unió su afición por ellas y la anfitriona es la que ha hecho posible este encuentro, que menos que llevarle un regalo…
“Ya veo movimiento en las inmediaciones del lugar, hasta aquí se escuchan las risas, me da que ya comenzó, ¡hasta luego! Voy a entrar”.
Cándida Medina
(Y hasta aquí les puedo contar… ¿Quién se anima a seguir?)

Nerviosa y sin saber porque Carolina se apresuró y, con paso firme entro a la casa de Liuva saludando a todos los presentes.
-¡Que gusto volver a verles amigos! He traído algo para picar, espero que os guste. No veía
la hora de llegar y poder compartir ésta velada con ustedes, tanto que hoy me he puesto éste traje que guardaba para una ocasión especial y miren si ha merecido la pena, aunque algo despeinada por el viento jajaja.
Todos saludaron y comenzaron a rememorar aquellos tiempos felices cuando compartían aficiones, entre charlas y risas. Pasado el rato Luiva trajo algo de beber al mismo tiempo que nos decía:
-¿Imagino que se preguntaran el motivo de éste encuentro?
Carolina Hernández
(Y hasta aquí les puedo contar… ¿Quién sigue contándonos la historia?)

El tiempo pasaba y aunque la charla con Carolina y Cándida era alegre y distendida Liuva no podía dejar de preguntarse dónde estaban el resto de invitados. Quizá debió decirles, junto a la invitación, el motivo de la fiesta que había preparado para ellos en lugar de reservarlo para darles una sorpresa.
Sabía que los miembros de esa lista de convidados eran aficionados a escribir y le habría encantado compartir con ellos esa afición que, junto a las fotos de las flores, les unía, pero cada minuto que pasaba veía más difícil esa posibilidad dado el escaso interés que demostraban por, al menos, venir a su Villa a compartir aquella fiesta.
Hacía rato que había explicado a Carolina y Cándida el motivo de la reunión y ellas parecían encantadas de participar, lo que hizo que una lucecita de esperanza se abriera paso entre las brumas que envolvían aquel incipiente proyecto.
Ahora degustaban aquel delicioso pastel que Carolina había preparado con tanta ilusión regándolo con buen vino de la tierra y las risas se escuchaban bajo el porche de Villa Liuva. Habían decidido que si nadie más participaba del proyecto ellas lo llevarían adelante contra viento y marea.
Contar las vivencias de cada una en aquel inmenso jardín virtual que las unía bien valdría la pena.
-Me encanta ese cuadro. -Dijo Cándida de pronto señalando la pintura que colgaba en la pared del salón y que veía a través de la puerta acristalada, mientras daba otro sorbo a la copa que tenía en la mano- ¡Transmite tanta paz!
-Fue un regalo de mi amigo Roberto para la inauguración de la casa. Dijo que al verlo le recordó esta terraza. A mi me gusta mucho también, ojalá yo llegue a pintar algún día así de bien.
-¿Por fin has acondicionado un estudio para pintar tal como dijiste? -Se interesó Carolina.
-Si amiga, en la buhardilla, tiene mucha luz y está muy bien ventilada, ya sabes que mis bronquios se resienten con las pintura, pero aún así no voy a renunciar a mi sueño de poder plasmar mis ideas sobre el lienzo. Ahora lo estoy intentando con acrílico, el oleo me hacía mucho daño, y me va mucho mejor. Luego subiremos y de paso les enseño mi último trabajo.
-De acuerdo. -intervino Cándida- Estoy deseando verlo. Brindemos por la nueva pintora.
-Ja, ja, ja, mucho corres tú amiga. Simplemente me gusta y estoy intentando aprender. Lo que si es cierto es que disfruto mucho haciéndolo. ¡Brindemos por la creatividad!

(Y hasta aquí les puedo contar… ¿Seguimos contando una historia o la terminamos con la fiesta en Villa Liuva?)

Luisa Chico

1 comentario:

  1. Si te gusta y disfrutas haciéndolo, seguro que terminarás siendo una buena pintora pero para ello tienes que visualizarte así ,querer es poder y ya has dado tu primer paso estas en el camino para ver cumplido tu sueño,¡¡Ohhh!!Pero que bonito...no entiendo nada de pintura,sólo de sensaciones y este trabajo tuyo habla querida amiga ,creo no equivocarme si te digo que tienes madera para pintar ¿Tu que opinas Carolina?Jajaja tranquila acaba de admirar los trabajos y luego me contestas.

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