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jueves, 21 de noviembre de 2013

Cuarta semana de noviembre en Tema libre

Finaliza noviembre y abrimos nuestra galería de la cuarta semana para mostrarles los trabajos de nuestros jardineros.
En esta ocasión sus autores son: Francisco Felipe, Ana Celia Méndez, Cándida Medina, Carmen Nieves Felipe, César J. Gómez, Elicio Navarro, Enrique Pérez, Isabel Fernández, José Manuel Plasencia, Paula Cano, Nayra Pérez, Mercedes Reyes y Luisa Chico.
El PREMIO MARIPOSA de esta semana es para nuestro jardinero Francisco Felipe, por sus fotos de la salida del sábado y su propósito de fotografiar esa maravilla de flores para mostrarlas en nuestra página. ¡Enhorabuena compañero!
Declaramos inaugurada la exposición de la 4ª y última semana de noviembre.












Colección de Luisa Chico

miércoles, 20 de noviembre de 2013

"Eucalipto arcoíris, el árbol con más colorido del mundo"


La especie Eucalyptus deglupta es la única del género eucalipto que es original del hemisferio norte. 
Su característica más distintiva es, precisamente, la vistosa coloración de su tronco, lo que le ha llevado a ganarse el sobrenombre de “eucalipto arcoiris”.
El llamativo aspecto de estas plantas se produce debido a la forma en la que mudan su corteza. El cambio se produce de forma escalonada a lo largo de todo el año, por lo que con el paso del tiempo el color verde del interior del tronco se va oscureciendo para dar paso a tonos azules, púrpuras, granates, naranjas, rosas u ocres.
De hecho, el nombre de la especie, “deglupta”, deriva de una palabra latina que describe el proceso de mudar la piel, en referencia al desprendimiento de la corteza.
Nativo del sur de las Islas Filipinas, Indonesia y Nueva Guinea, el árbol arcoiris es una de las dos únicas especies de eucalipto no originarias de Australia. En la actualidad es posible encontrarlo en muchas regiones de clima tropical, como Puerto Rico, debido a que crece muy rápido en terrenos soleados, húmedos y con buen drenaje.
En condiciones óptimas, puede crecer hasta tres metros en un año. Esta circunstancia ha hecho que su cultivo, al igual que el de otras especies de eucalipto, sea muy habitual en la industria papelera.
Por supuesto, su llamativa coloración natural lo convierte en un árbol ornamental muy apreciado en jardinería y, probablemente, en el habitante ideal de cualquier bosque encantado.
¿Sabías que...?
Una de las propiedades menos conocidas del eucalipto es la de ser hipoglucemiante, es decir, reduce los niveles de azúcar en sangre, por lo que, en ocasiones y bajo control médico, se utiliza como coadyuvante en el tratamiento antidiabético.
(¿A que esta no lo sabías?)


¿Sabías que...?
El uso del eucalipto como planta medicinal es relativamente reciente, ya que data del siglo XVIII. Principalmente, está recomendado para aquellas enfermedades que afectan a las vías respiratorias como son, entre otras, la gripe, el asma o los catarros.
¿Sabías que...?
El aceite y las hojas de eucalipto también están presentes en numerosos productos cosméticos y de la industria química tales como jabones, lociones, dentífricos o ambientadores.
(Vale... este también te lo sabías).
¿Sabías que...?
El eucaliptol también posee propiedades antirreumáticas, por lo que puede aplicarse de forma externa para paliar casos de artrosis, artritis reumatoide y otros tipos de dolores musculares ya que masajear la zona contribuye a disminuir el dolor y a reducir el proceso inflamatorio.
(Ahh, que ya lo sabías... pues vale).

lunes, 18 de noviembre de 2013

SOÑAR ES GRATIS... Villa Florida, capítulo II

Capítulo II
Paseando por la playa
Aquel día en la playa tuve la impresión de haber llegado a un lugar en el que el tiempo se había detenido hacía ya muchos años. La arena, fina y blanca, parecía no haber sido pisada nunca. No había huellas de ningún tipo, como si ningún ser humano hubiese puesto antes un pie en aquella playa.
Apenas di unos pasos y me paré en seco. Volví la cabeza y, al ver mis huellas marcadas en la arena, me sentí como cuando, siendo niña, pisaba por donde mi madre acababa de limpiar el suelo y yo dejaba las huellas de mis zapatillas llenas de barro. Casi esperé el grito de mi madre: “No pises ahí. No ves que dejas huellas”. Pero volví a mirar hacia el frente y seguí caminando hasta llegar a la zona donde la arena empieza a estar húmeda. Me senté en la arena, me quité los zapatos y remangué mi pantalón hasta la rodilla y, a pesar de que sentía que la humedad de la arena estaba mojando mi pantalón, permanecí sentada un largo rato, mirando, más bien escudriñando, cada rincón de la playa, como queriendo retener en mi mente el paisaje que se mostraba ante mí.
No sé cuánto tiempo pasé sentada en la arena, pero cuando me puse de pie mi pantalón estaba totalmente mojado, así que decidí caminar un rato por la orilla de la playa aprovechando los tímidos rayos de sol que asomaban de vez en cuando por entre las nubes. Caminé despacio, dejando que el agua mojara mis pies. El mar estaba en calma y las olas que llegaban a la playa rompían tímidamente, ni siquiera tenían fuerza para que se formara espuma. Llegué al extremo de la playa y, al girarme, vi las huellas de mis últimas pisadas, las que el mar aún no había conseguido borrar. Volví sobre mis pasos y seguí caminado hasta llegar al otro extremo de la playa, donde me senté es unos riscos.

Desde allí, la playa parecía distinta, más pequeña. Miré hacia el jardín y tuve la impresión de que, visto desde la playa, la vegetación parecía más exuberante que mirando desde la calle y me di cuenta de que se apreciaban mejor los árboles que poblaban el jardín. Había varias palmeras muy altas, un drago, un pino y otros árboles de los que no sabía el nombre. La casa quedaba casi totalmente oculta tras la vegetación, sólo se veía una pequeña parte del tejado y la chimenea.
Allí, sentada en los riscos de la playa, me sentía bien. El día estaba nublado, pero el sol luchaba por salir y, ve vez en cuando lo conseguía. No hacía frío, el aire de los primeros días de octubre era tibio y reconfortante. Es curioso, recuerdo perfectamente la sensación de bienestar que me mantuvo allí sentada largo rato. Fue como, si por un rato, se me hubiese olvidado que el objeto de mi visita a Villa Florida era revisar el estado de la villa para tomar nota de lo que había que hacer para tomar posesión lo antes posible; pero, si el paseo por el jardín me había gustado, la playa me había encantado y me había atrapado.
Con muy pocas ganas, me levanté dispuesta a encaminarme a la casa. La alfombra de arena blanca se mostraba otra vez impoluta, mis huellas habían desaparecido. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Tan pronto había desaparecido la prueba de que había pasado por allí? Recuerdo que pensé que aquello era una metáfora de la vida, que cuando te mueres tu recuerdo poco a poco se borra como las huellas en la arena de la playa. Pero no, no quería ponerme trascendental y estropear las buenas sensaciones que había tenido a lo largo de todo el día; así que intenté expulsar de mi mente esos pensamientos que llegaron de golpe para echar a perder lo que estaba siendo un extraordinario día. El único modo de conseguirlo era buscar un pensamiento positivo que ocupara el lugar del anterior. Y lo conseguí:
HUELLAS
Caminando por la arena
mis huellas hasta la mar
se besaron con las olas:
¡Mis huellas ya no están!

¿Dónde se fueron mis huellas
que no las puedo encontrar?
¿Se las ha llevado el viento?
¿Quizás, la brisa del mar?

Quizás un pirata o corsario
de lejos las vio brillar,
creyéndolas un tesoro,
las ha venido a robar
.
Quizás sólo fue el agua,
que a la playa viene y va,
la que se llevó mis huellas
de la orilla de la mar.

Mirando la blanca espuma,
que a mis pies viene a jugar,
me pregunto si las huellas
en la mar saben nadar.
 
- No te preocupes- me dijo
una gaviota al pasar-
tus huellas no se han perdido,
las ha guardado la mar,
en un cofre de tesoros,
con perlas, espuma y sal.


Nadie se llevó mis huellas,
son un tesoro del mar
guardadas en aquel cofre
de riquezas sin igual:
hay peces de mil colores,
espuma blanca y sal;
burbujas, esponjas, perlas,
conchas y estrellas de mar;
medusas muy elegantes,
verdes algas y coral;
caracolas, calamares
y caballitos de mar;
dorada y fina arena
y miles de cosas más.

Ya mis huellas no busco,
ya no las quiero encontrar,
ahora quiero que sean

un tesoro de la mar.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Tercera semana de noviembre en TEMA LIBRE

En la tercera semana del mes de noviembre han seguido llegando los trabajos de nuestr@s jardiner@s para el TEMA LIBRE semanal a nuestra página del Facebook .
13 de nuestros compañer@s han contribuido con su generosidad a que nuestro jardín estuviese florecido día a día, a pesar del otoño: José Manuel, Fco. Javier, Jose Lantigua, César, Carolina, Carmen Nieves, Paula, Rosy, Mercedes, Mª Candelaria, Isabel, Luisa y Elicio.
 Sus trabajos seleccionados ya están colgados en nuestra galería fotográfica y quiero darles infinitas gracias por sus aportaciones diarias.
El Premio Mariposa de esta semana ha sido para los trabajos nocturnos de Elicio Navarro; el criterio de adjudicación del mismo ha sido por su magnífica y amplia colección de flores nocturnas,que yo he pensado debería llamar: "Laguneando en la oscuridad". 
¡Enhorabuena compañero! Un trabajo precioso.
Queda inaugurada nuestra 3ª galería fotográfica del mes de noviembre.

















sábado, 16 de noviembre de 2013

SOÑAR ES GRATIS... Villa Florida, capítulo 1

Capítulo I
Villa Florida
Aún recuerdo el momento en el que abrí por primera vez la cancela de Villa Florida. Percibí el olor de las rosas y los jazmines que luchaban por sobrevivir entre la maleza que bordeaba el sendero del jardín. Era  como si nunca antes hubiera percibido esas fragancias. Recuerdo que miré a mi alrededor y, aunque en una ocasión había estado allí, todo me pareció extrañamente distinto. No recordaba que el jardín estuviera en tan mal estado; pero aún así, era hermoso. Recuerdo que cerré los ojos y respiré hondo, intentando retener en mi mente, y mi corazón, la sensación que en aquel momento se había apoderado de mí. No sé cuánto tiempo estuve con los ojos cerrados; pero, al abrirlos de nuevo, me di cuenta, por primera vez, de que aquel espacio que se abría ante mis ojos era totalmente mío y sentí la necesidad de explorar aquel territorio que ahora me pertenecía.
Cerré la cancela y caminé despacio, mirando a un lado y a otro; más que admirando lo que veía, comprobando que, para que el jardín pudiera considerarse jardín, había mucho trabajo que hacer.
Atravesé el sendero que lleva a la villa y, cuando llegué a la explanada que está delante de la casa, volví a pararme para observarlo todo. La casa me pareció más grande de lo que recordaba y, a diferencia del jardín, necesitaba menos arreglos. De hecho, sólo con colocar en el porche  una mesa y  unas sillas de jardín y plantar unas flores en las jardineras, era suficiente para que la casa se
reluciente. En aquel momento decidí que iba a colgar en la viga de la derecha una  de los helechos que me había regalado mi madre.
Entre la villa y el lugar en el que me encontraba, hacia el centro de la explanada, había una fuente que en mi visita anterior había pasado totalmente desapercibida, pues no recordaba haberla visto en aquella ocasión. La fuente, que había vivido tiempos mejores, no tenía ni una sola gota de agua y estaba llena de hojas secas y basura. En la parte central de la pila de la fuente, un niño que hacía ya
bastante tiempo que había dejado de orinar pedía a gritos una restauración, pues el paso del tiempo lo había dejado con la nariz despuntada y sin tres dedos de la mano izquierda. Me propuse que, justo después de arreglar la casa, arreglaría la fuente, pues es deseaba que la música del agua acompañara el canto de los pájaros que poblaban el jardín.
Había además en la explanada cuatro bancos de piedra que estaban en perfecto estado y que hacían juego con unas jardineras que se encontraban llenas de hierbas y matojos. Las jardineras  eran amplias y, en aquel momento, no se me ocurrió qué podía plantar en ellas. Tras una de las jardineras, donde la vegetación ya era espesa, una palmera de considerable altura llamó mi atención, pues su tronco estaba cubierto casi en su totalidad por una hiedra. Tan tupida estaba la hiedra que era imposible ver el tronco de la palmera. Solo su parte más alta, donde amarillean los dátiles, se veía libre del abrazo de la hiedra.
Seguí mirando a mi alrededor y, por un momento, me abrumó saber que
todo aquel lugar que me rodeaba era mío. Nunca tuve nada y, de la noche a la mañana, me había convertido en dueña y señora de una villa y su jardín. Me gustó lo que veía, a pesar de que el jardín estaba sumido el máximo de los abandonos. Había mucho que trabajar si quería que mi nueva posesión adquiriese el esplendor que intuía que había tenido antaño.
Seguía mirando, absorta, todo lo que me rodeaba y descubrí entre la maleza un sendero estrecho, casi oculto por los hierbajos que habían crecido a lo largo de varios años de abandono. A pesar de la dificultad que suponía transitar por dicho sendero, lo atravesé despacio, retirando con las manos las ramas que me impedían el paso. Al llegar al final, se abrió ante mis ojos el más bello paisaje que podía imaginar. Aunque sabía  que mi villa daba a la playa, nunca imaginé encontrar una alfombra de arena blanca tendida a mis pies y un inmenso mar azul que llegaba apacible a la playa, en la que las olas rompían con suavidad formando franja de espuma blanca en la orilla.




viernes, 15 de noviembre de 2013

Sólamente hojas

21 de noviembre de 2013
Hojas de otoño, alfombran nuestros paseos,
y en Nuestras flores siguen llegando
las hojas de nuestros jardineros,
hoy las de Mª Candelaria, Cándida y Elicio.


20 de noviembre de 2013
Siguen cayendo las hojas...
Hoy tenemos una nueva aportación de
Mercedes Reyes.
19 de noviembre de 2013
Seguimos en otoño, y hoy dejamos aquí las hojas de Elicio Navarro, Mercedes Reyes
y Ana Celia Méndez.



16 de noviembre de 2013
Es otoño, y hoy dejamos aquí las hojas de Mercedes Reyes.
14 de noviembre de 2013
Hace ya algunos días, en uno de nuestros paseos fotográficos, de pronto me di cuenta de que en mis fotos faltaba algo; centrada en fotografiar la belleza de las flores me había olvidado del lecho que las rodea, las hojas verdes.

Tomé fotos ese día de las hojas, y hoy abro este
nuevo espacio para mostrarlas, ya que pienso seguir haciéndolo. 
De paso te invito a aportar las tuyas, seguro que las tienes, y las hojas verdes merecen compartir este espacio con las flores.

Las Hojas Verdes - Dúo Dinámico

Ya es otoño en el Parque García Sanabria... Caen las hojas...