Capítulo 5
Visita a Villa Elorri
Zabala
Hoy me levanté apática. El día nublado no contribuyó mucho a
que me sintiera mejor. Pero me había propuesto seguir con las visitas a mis
vecinos de las parcelas, y alejé mi pereza saltando de la cama para ir a
hacerme un café que me espabilase. Hoy tocaba acercarse a Villa Elorri Zabala y
visitar a mis amigos Juan José, Loly y Zoraya.
Con la taza de café en la mano salí al porche después de cubrir mis
hombros con el viejo chal que siempre dejaba colgado junto a la puerta.
Aún así
un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y después de echar una mirada al
entorno, mientras sorbía despacio el café, volví a entrar prometiéndome a mi
misma que no pasaría de esta semana sin que pusiera manos a la obra con las
plantaciones en mi huerto de aromáticas, en el que lucían ya las que me había
regalado Julia días pasados.
Después de desayunar y ducharme me vestí con un chándal
abrigado y cogí el chaquetón por si acaso. El otoño nos iba acercando a la
estación más fría y ya los días solían refrescar mucho.
Elorri Zabala estaba ubicada en zona de medianías, bastante
lejos de mi casa, y con el mal cuerpo con que había amanecido hoy no
Para llegar a la casa de Juan José tenía que pasar por una
preciosa zona de bosque donde predominaban los castaños, por lo que, en el
último momento, decidí coger mi cesta de recolección para ver si podía llenarla
de castañas para compartir con mis amigos. En esta época del año las castañas
asadas se convertían en el manjar que todos deseábamos y degustábamos.
Por el camino iba pensando que ojalá a Juan José le quedase
algo del vino dulce de Corviniano, con unas castañas asadas podría ser un
excelente aperitivo.
Parando aquí y allá al final había podido llenar esa cesta y
cuando enfilé el sendero que llevaba al descampado donde se levantaba la Villa
de mis amigos iba muy contenta. En una mano cargaba con las dos plantas y en la
otra una bolsa con la mitad de las castañas recolectadas, el resto las había
dejado en el coche para la despensa de mi casa.
En cuanto los árboles me permitieron ver la casa supe que
estaban allí, puesto que una de las dos grandes puertas que daban al porque
estaba abierta de par en par, me alegré y los llamé en voz alta, enseguida
salió Loly secándose las manos en un paño de cocina, por lo que deduje que se
encontraba allí preparando el almuerzo.
Nos abrazamos con cariño mientras Juan José me sonreía desde
la esquina de la casa con las manos llenas de tierra.
-Yo no puedo abrazarte, estoy con mis trasplantijos y te
mancharía, pero me alegro un montón de verte por aquí. –Se acercó y nos dimos
un par de sonoros besos en las mejillas.
-Pues toma.- Le tendí las plantas- Aquí tienes un regalito
para que sigas trasplantando.
-¡Qué bonitas petunias ¡ No debiste molestarte.- Intervino Loly
que miraba admirada las flores.
-No es ninguna molestia traerle flores a mis amigos, por
cierto tengo que decirles que mi jardinera de tea luce preciosa con las que
ustedes me llevaron.
-Nos alegramos. Estamos seguros que tú las cuidas muy bien.
Voy a llevar esto atrás y ahora mismo entro a tomarme un café con ustedes.
-Toma Loly, las cogí en el camino, habían muchas en la misma
cuneta de la carretera.
-Mejor dáselas a Juan José para que las vaya asando, ¡tienen
una pinta…!
-Eso está hecho, no solo las asaré sino que haré un guiso
con ellas para el almuerzo… Porque… ¿comes con nosotros verdad?
-Si me invitan… jajaja.
-Faltaría más, para una vez que te decides a venir…
-No me pelees, -dije a mi amiga mientras entrábamos- yo
también sigo esperando la visita de ustedes.
-Ya sabes que por estas fechas siempre nos vamos a Gales a
ver a los chicos, regresamos la semana pasada.
-Lo sabía, por eso yo tampoco había venido antes.
Después de degustar el guiso de mi amigo y el postre que nos
preparó Loly en un momento, nos sentamos frente a la chimenea, que ardía desde
que llegué a la casa, compartiendo vivencias entre risas y copitas de vino
dulce. Cuando les pregunté por Zoraya me dijeron que tenía servicio hoy y sentí
no poder verla ese día. No terminaba de imaginármela con su uniforme policial y
seguía pensando que era un trabajo muy arriesgado pero…, en aquella casa
estaban acostumbrados a ese tipo de presión.
Les conté mi intención de preparar una fiesta en mi nuevo
cobertizo antes que llegase Navidad y les pareció una excelente idea, ya todos
teníamos ganas de volver a reunirnos, después de la mudanza poco nos habíamos
relacionado unos con otros y además había vecinos nuevos que deseábamos
conocer.
-El otro día vi, en una cafetería del centro, unas estufas
increíbles para exterior y voy a poner algunas allí, seguro que en estos días,
sobre todo al atardecer, lo agradeceremos.
-¡Genial…! Aunque si, como me acabas de decir, has cubierto
tres laterales ya será un lugar acogedor, aunque sea exterior.
-Si, al menos si se mete viento no nos molestará, pero deseo
usarlo también en invierno. Y aunque con el calor de la barbacoa y el horno de
leña se caliente bastante, un par de estufas de esas junto a las mesas de juego
nos vendrán bien.
-Tienes razón, ya estoy deseando echar una partida al
chinchón allí.
-Muy pronto amigo mío, muy pronto. Te veo bastante
recuperado, me alegra un montón verte así.
-Mi Loly me cuida muy bien.
-Debe ser eso, jajaja.
Después del café y el vino dulce regresé a casa sin más
dilación, seguía con el cuerpo un tanto extraño y estaba deseando meterme en la
cama a ver la televisión enrollada en una manta; quizá me viniera caminando una
gripe… Sólo de pensarlo se me pusieron los pelos de punta, mis gripes
últimamente siempre se complicaban y no me soltaban en un mes como mínimo.
Alejé ese pensamiento mientras conducía camino de la costa
entre los frondosos castaños.
Inspirado en el relato de Juan José que puedes leer aquí…
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