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lunes, 11 de noviembre de 2013

SOÑAR ES GRATIS... Villa Liuva, capítulo 4

Capítulo 4
Visita a Villa Mi Rincón poético

Mientras trataba de hilvanar aquellos versos que me habían inspirado las flores regalo del nuevo jardinero, César Gómez, mi mente voló hasta  la Villa de Julia, aquella vecina que compone la mayor parte de las coplas que alegran nuestro jardín.
Ella quiso llamarla "Mi rincón poético", alegando que entre las cuatro paredes de su acogedora cabaña conseguiría inspirarse aún más, si ello fuera posible.
A pesar de lo próximas que vivimos, al sureste de este vergel perdido entre el riachuelo del barranquillo y el mar, hemos estado tan liadas con la mudanza y acondicionando las cabañas que aún no nos hemos visitado.
Cierro los ojos y la imagino, sentada tras la ventana de la salita de la entrada, dejando volar su imaginación en alas de mariposas, que revolotean inquietas de flor en flor, hasta conformar aquellas coplas tan inspiradas que nos suele regalar. 
Quizá ese recuerdo haya sido avivado al recordar el primer poema que compuso allí el día que se mudó y que decía así:
“Y sentada en mi rincón
embriagada de poesía
yo veré pasar los días
entre flores y fragancias
 

no sentiré la añoranza
al ver esas sinfonías
que desprende ese jardín
y se llena el alma mía”.
Cuelgo en la red mi copla en cuanto la termino, y en esta mañana de domingo me preparo para visitar a Julia en su Rincón.
El otoño sigue su avance inestable trayendo días malos y días buenos en este año. Hoy hace un día medio nublado y me pongo el chándal de entretiempo por miedo a coger frío más tarde. Es media mañana y no sé a qué hora voy a regresar. Como siempre he tomado la decisión de la visita de pronto y sin tiempo de avisarla de mi llegada, por lo que igual estoy de regreso dentro de una hora, si ella no estuviese en casa, o no regresaré hasta la noche. En el último momento cojo también el paraguas por si acaso lo necesito, los últimos días ha estado lloviznando a ratos.
Con la cámara en la mochila, una botella de agua para el camino, y la ilusión de poder deleitarme en el huerto de hierbas aromáticas de mi amiga, salgo a la vereda que discurre junto al cauce del riachuelo que cruza el terreno de la Urbanización respirando el aire fresco de la mañana.
Al acercarme a la parte más frondosa del camino saco mi pequeña cámara de fotos de la mochila con una sonrisa, hasta mi mente acaba de llegar la idea de cruzarme yo también con el pequeño duende que vive en aquel bosque, y que ya ella tuvo el privilegio de ver el día de su mudanza. Transito atenta por aquella zona intentando verlo si anda por allí.
Cuando dejo el sendero de tierra del río para iniciar el 
camino por el empedrado que lleva a la cabaña de Julia el aire se impregna de esencias de romero, yerbahuerto, albahaca y toronjil, y en cuanto los arbustos dejan sitio, entre su frondosidad, para ver el pequeño huerto junto a la cabaña, compruebo que la mano de Julia ha ido multiplicando las plantaciones en aquel lugar.
Al fondo del camino se alza la cabaña de madera, y una vez más pienso quién tuvo la idea de bautizar las cabañas como Villa tal o Villa cual, la sonrisa se abre en mi rostro al pensar en la desbordante imaginación de mis amigos jardiner@s.
La cabaña de Julia, luce en la entrada el rótulo regalo del día de la firma de contrato de
arrendamiento: “Mi rincón poético” está firmemente clavado en la esquina izquierda de la casa.
Junto a ella veo aparcado su coche y eso me llena de alegría, por lo que mis pasos se aceleran y mi corazón se agita inquieto en mi pecho; tengo ganas de pasar unas horas con mi amiga y a ser posible ayudarla en los trabajos del huerto; seguro que a la vuelta me llevo a casa un buen ramo de hierbas aromáticas para mis guisos e infusiones, ya que en el mío aún no he podido plantar nada de eso. Es uno de mis próximos proyectos, algo a lo que estoy dando vueltas en mi cabeza, ahora que ya tengo la mayor parte de mis obras terminadas.
Al acercarme la llamo anunciando mi llegada y veo emerger su cabeza de rizos pelirrojos entre los arbustos que circundan el pequeño huerto. Enseguida corre a mi encuentro limpiándose las manos llenas de tierra en el pequeño delantal de faena.
Nos abrazamos felices de vernos de nuevo.
-¡Qué bueno que has venido…! Ayer mismo había decidido ir a hacerte una visita la próxima semana, ahora que tengo algo más de tiempo libre.
-Espero que no dejes de hacerlo porque me haya adelantado yo hoy…
-No te preocupes amiga, iré, tengo ganas de ver como te ha quedado la parcela después de la mudanza y las reformas. Espera que recoja los útiles de la huerta y nos vamos dentro a hacernos un café.
-Vale, ¿te ayudo?
-¿Vienes con ganas de trabajar en el huerto? –Su risa cantarina se suelta feliz mientras me mira incrédula.
-¡Claro…! De alguna forma tengo que pagarte las hierbas que pienso llevarme luego. Jajaja.
-¡También es verdad…! Entonces vamos dentro a tomarnos el café y a descansar un poco y luego seguimos, antes que caliente el sol de mediodía, -caminamos juntas hacia la pequeña cabaña de madera que ahora es su hogar- aunque ahora ya no calienta tanto y hasta se agradece que esté ahí.
-Tienes razón, fíjate que hoy me vine caminando y no traje ni la gorra... – Nuestros pasos resuenan sobre la madera del porche mientras entramos en la casa.
-Veo que has despejado la pista que viene del camino principal. –Digo mirando la misma junto a la casa antes de entrar.
-Si, era algo necesario y fue lo primero que hicimos al mudarme. Ya sabes que mi marido es muy trabajador. Luego te enseño la habitación que está construyendo en la parte de atrás, mi hija está cansada de usar el sofá del salón cuando viene para quedarse unos días, jajaja.
Me siento en la salita mientras ella rodea la barra para entrar en la cocina que está unida al resto del espacio habitable de la cabaña, y miro alrededor curioseando las reformas que la mano de mi amiga ha hecho en aquella casa en el último mes.
Resultaba increíble que en tan pequeño espacio se pudiera tener todo ubicado de tal forma que resultase práctico e incluso acogedor, pero ella lo ha conseguido. La pequeña cocina tras la barra ancha que sirve a la vez de mesa, está construida en el hueco de la escalera que sube al altillo donde ellos duermen. El sofá en el que me he sentado debe ser el que sirve de cama a su hija cuando viene, me resulta cómodo y pienso que ahí se debe dormir muy bien.
Poco más tiene la cabaña que ver, es un espacio casi único, con un pequeño aseo al fondo, junto a la puerta que da a la trasera de la casa, que seguramente será en su momento la que dé acceso a la habitación que me ha dicho que están construyendo.
La parte alta la recuerdo muy bien, una acogedora alcoba de matrimonio con ventana en el techo que permite ver las estrellas desde la propia cama, y otro pequeño ventanal en el frontal de la casa que da al huerto de aromáticas, y un amplio baño en el fondo, con una pequeña ventana que da al campo trasero de la casa.
La imagino de noche, dejando descansar su hiperactividad, bajo la luz de las estrellas, y dejando volar su imaginación en mil poemas por enlazar a la mañana siguiente, y siento algo de envidia.
-Aquí está el café, ¿lo tomabas solo verdad?
Inmersa en mis pensamientos ni había prestado atención a su charla y ahora al tenerla sentada frente a mí, sirviendo el café y mirándome risueña con sus ojos llenos de chispas de ilusión por mi visita, casi siento vergüenza por ello.
-Y cuéntame, me han dicho que tenemos nuevos vecinos en la Urbanización, como apenas hemos salido de aquí con las obras no me entero de nada.
-Así es, se han ocupado dos de las cabañas libres, La Senderita y El Remanso, y ahora tenemos nuevos jardineros bastante implicados en las plantaciones del jardín común, entre los que espero que se animen algunos a ocupar las otras cabañas vacías. Ya sabes…, por aquello de que “Soñar es gratis”. –Reímos las dos recordando como empezó nuestro juego virtual y felices de haberlo hecho posible.
-¿Sabes si ya se ha mudado todo el mundo a la suya?
-No, que yo sepa sólo lo hemos hecho tú, yo, Juan José, aunque este mes ha estado de viaje en el extranjero, Tere, a la que fui a visitar el otro día y que tiene aquello precioso, y Tania, a la que también fui a ver pero que no estaba allí, aunque hay reformas en la casa y creo que no estaba porque no se encuentra muy bien, lo más probable es que esté en casa de su hija.
-Es una pena, con la ilusión que habíamos puesto todos en este proyecto y que aún no se hayan mudado. –Dijo mientras apuraba su café.
-Mª Candelaria, Abel y Carolina me dijeron que tenían previsto mudarse pronto. Ya nos lo comunicarán en su momento, estoy pendiente de eso para hacer una fiesta en mi casa, ya tengo ganas de que nos reunamos de nuevo.
-¡Y yo…! Nuestras fiestas virtuales son una
pasada, ¡me encantan! ¿Recuerdas la última? Todavía me pregunto de dónde salió tanta gente jajaja, mira..., por aquí tengo una de las fotos. -Dijo levantándose para coger un porta retratos de la repisa.

-¿Sabes lo que voy a hacer? En cuanto termine mi ronda de visitas por las Villas ocupadas, me falta ir a ver a Juan José y Loly, organizaré otra fiesta y verás como se deciden a mudarse.
-¡Estupendo, cuenta conmigo! –Dijo mientras llevaba la bandeja con las tazas vacías a la cocina- ¿Te parece si nos vamos a la huerta a terminar eso y a recoger tu ramo?
-¡Claro…! Lo estoy deseando, hasta aquí llega el olor y me encanta, fue un gran acierto acondicionar los laterales del camino hasta el río con esas hierbas además de las flores, muy pronto yo también tendré terminado mi huerto de aromáticas, es un tanto especial, –le iba contando mientras salíamos de la casa- tomé la idea de casa de una amiga inglesa, pero no voy a decirte nada hasta que lo veas, ya están terminando la obra y enseguida comenzaré a plantar en él.
-¿Quieres llevarte algunos plantones hoy? El mío ya ves la fuerza que ha cogido.
-¡Me encantaría!
-Pues cuando cojamos el ramo lo haremos arrancando de raíz las plantas y así podrás trasplantarlas en tu “huerto especial”..., ahora me quedaré dándole vueltas a ver lo que se te ha ocurrido.
-Buena idea, realmente ya está casi listo y puedo ir plantando alguna cosita allí .
-Pues no hay nada más que hablar… Pongamos manos a la obra, yo ya casi estaba terminando con mi trabajo de hoy. ¿Te quedas a comer, verdad? –Dijo mientras me pasaba las pequeñas tijeras de podar- Tengo hecho un potaje de berros que levanta a un muerto de la tumba jajaja.
-Entonces acepto encantada tu invitación. ¿Revolveremos gofio, no?
-¡Por supuesto…!
Más tarde, cuando ya estábamos degustando el delicioso potaje, le pregunté si había vuelto a ver al duende del bosque. Se rió con ganas guiñándome un ojo y diciendo: “Ya me gustaría, aunque a veces lo intuyo por ahí y eso me hace feliz y me inspira”.
Esta noche, cuando me vaya a la cama, seguro que miraré a mi techo volviendo a sentir envidia de Julia porque ella estará mirando a las estrellas desde su lecho. Lástima que la forma del techo de mi casa no permita realizar esa obra y deba asomarme a la ventana para verlas reflejarse en el mar, cosa que tampoco está nada mal, dicho sea de paso.
Hoy ha sido un día feliz. Las hierbas aromáticas de Julia ya han inaugurado el huerto que hice construir junto al cobertizo, y reposan en la noche húmedas de agua y cariño, el que ella puso al regalármelas y el que yo he puesto al plantarlas allí.
Sonrío al imaginar la cara de Julia cuando venga a verlo y se encuentre un huerto de plantas aromáticas construido a modo de jardineras a todo lo largo de la pared al final del patio, en el que yo podré atender mis plantaciones sin tener que estar agachada y con mi espalda doliente. Cierro los ojos y lo visualizo en pleno verdor. Lo copié del de mi amiga Irene, a la que por cierto hace mucho que no veo, es curioso como se pierde a veces el contacto con la gente sin proponérnoslo.
Pensando en Irene me acomodo para dormir y doy gracias por el día compartido con mi querida amiga Julia en su "Rincón poético", la que si sigue en mi vida y a la que espero poder disfrutar por mucho tiempo, mucho más ahora que somos casi vecinas.
Inspirado en el relato de Julia que puedes leer aqui...
...continuará.













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