Capítulo 1
"EL RINCÓN
DE LA AMISTAD"
Son las 9:45 y repaso la lista de las cosas que
tengo que llevar para la cabaña.
Coloco la nevera portátil en mi Citroen AX azul
(tengo la sensación de que lleva conmigo toda la vida) y me pongo en marcha, el
camino es largo y con curvas.
Salgo de la autovía y comienzo a subir entre
árboles, pequeñas fincas y algún caserío. Me sucede algo extraño, a medida que
subo voy más despacio… La carretera está bien, es ancha y con muy buena
visibilidad.
Siento como si me pesara el cuerpo y necesite
respirar… Paso por unos eucaliptos y huelo su perfume, esto hace que mis
pulmones se expandan como si necesitaran estirarse hasta el máximo.
Noto como el verde, en todas sus tonalidades, entra
a través de mis ojos y hace que mi
cuerpo se deshaga, como si estuviera dentro de un reloj de arena y en ese
pequeño tubito que separa las dos mitades hubiera un filtro y tuviera que pasar por él y dejar mis impurezas.
He llegado a la entrada, es ancha y empedrada como
todo el camino hasta la casa.
Hay una puerta de madera y no tiene candado, me bajo
del coche y la destrabo, al abrirla compruebo que para girar, han colocado el
palo que la sostiene en el culo de una botella y me río (es que mi abuela y mi
madre hacían lo mismo con la puerta del gallinero). Entro el coche y cierro,
voy despacio. Hay muchos árboles frutales. Al salir de una curva veo mi cabaña,
paro el coche y me apoyo en la ventanilla para contemplarla un momento, luego
sigo adelante sintiendo una gran paz,
como cuando uno llega a su hogar.
"Los Relinchones"… Aparco debajo de un gran nogal
donde hay una mesa y sillas de madera. Rodeo la casa, en el lado derecho hay un
porche que no está terminado y da para una explanada donde hay un horno de
leña.
Sigo caminando por la parte de atrás y me encuentro
a un señor que lleva una cesta con unas pencas de tunera, nos saludamos y se
presenta como Felipe el vecino que vive cruzando el barranco, por lo visto ha
venido a buscar las pencas de tunera moscatel para su finca.
Le he dicho que soy la nueva propietaria y me cuenta
la historia de la casa (ya les contaré en el segundo capítulo). Se despide y se
va. Me acerco a las tuneras y me gustan donde están, bajo unos escalones de
piedra y me dirijo por un pasillo lleno de helechos hasta la puerta principal.
Saco de la mochila la llave y abro… En ese momento no puedo describir lo que
sentí al
recorrerla. Siento hambre y me
voy a comer lo que traje, para ello me siento en el jardín debajo del nogal, en
la mesa… Siento como tristeza, y no sé porque. Miro a mí alrededor… Contemplo
la cabaña y hago un recorrido mental por mi parcela.
Los ojos se me llenan de lágrimas y son lágrimas de
tristeza… ¿Qué me pasa…? ¡¡¡tengo ganas de gritar!!!... O más bien de contarle
a alguien lo que tengo. ¡¡¡Lo que tengoooo!!!!... Contar… ¿A quien?
Son preguntas que me dan una respuesta, tengo tanto…
Y no tengo con quien compartirlo.
Mi corazón late deprisa, me tomo un sorbo de
cerveza, cojo mi pequeña libreta y escribo: “A PARTIR DE MAÑANA SE ADMITEN
INQUILINOS DE LOS RELICHONES “.
REQUISITOS: Le tiene que gustar la naturaleza.
Tiene que comer lo que
se cultiva.
Y tener una buena
conversación.
¡¡Ahora soy feliz!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario